“Dios” siempre es el superlativo de los valores de la cultura: entonces, para entender la cultura indígena sólo hace falta entender sus reverencias.
Sabemos, en términos generales, que ellos reverencian a la Madre Tierra y al Padre Sol.
El Padre Sol es el fecundador; de la intensidad de la radiación depende –directa o indirectamente- la fecundidad de la tierra.
La Madre Tierra es la procreadora, la que produce el fruto.
Los occidentales descalifican a los recolectores, les atribuyen un nivel evolutivo inferior. Pero los recolectores son lo más refinado y selecto de la condición humana.
El recolector no confía en su propio trabajo productivo intensivo; confía su supervivencia a la producción espontánea de la tierra.
El productor necesita, en primera instancia, destruir el ecosistema armado en miles o millones de años.
Necesita desterrar, esclavizar o matar a los habitantes originarios que estaban incorporados simbióticamente al funcionamiento regular y armónico del ambiente natural.
Luego necesita romper la estructura del suelo, para lo cual requiere de ominosas máquinas roturadoras, combustible, fertilizantes, plaguicidas, alambradas para proteger a su cosecha de los intrusos, leyes opresivas y represivas que protejan su trabajo, funcionarios públicos a los que ha de sostener con el rédito de sus ganancias, fuerzas policiales que vigilen la observancia de la ley.
Las ganancias económicas que se obtengan de la venta en gran escala de la producción agrícola será la base económica de todo un sistema social armado en torno a ese rédito.
A los miembros del sistema social no tiene porqué importarles ser mejores personas, buenos amigos, cuidadosos hijos de la tierra. Lo único que tiene importancia es el margen de rédito que van a obtener de la explotación intensiva del suelo, ya sea como extractores mineros, madereros, pescadores, ganaderos o agricultores; como generadores de servicios adicionales, administradores, transportistas, o lo que sea.
Hasta los entretenedores, animadores o divertidores de los extractores obtienen su parte en las ganancias así distribuidas.
Hasta la patota del funcionario de turno recibe su parte.
Recuérdese que los funcionarios son parte sustancial del sistema por causa de que ellos son los que consiguen imponer legalmente las reglas: “quitar las tierras, desterrar a las personas, y si se ponen tercos, encarcelarlos, torturarlos, condenarlos y matarlos”.
En tanto los recolectores necesitan ser muy cuidadosos. Necesitan moverse permanentemente porque como se sabe, el suelo se resiente rápidamente de las pisadas, y hasta de la mirada humana.
Necesitan vestirse en forma mimética con el paisaje, para ser reconocidos como iguales por la cantidad inmensa de especies con las que comparten el ecosistema
Un ecosistema natural pleno requiere del trabajo arduo de millones de especies.
Los recolectores no son extractores; en realidad aprovechan los residuos; lo que las especies vegetales y hasta animales descartan en el transcurso de sus ciclos de vida.
Los recolectores tienen como norma delimitar los territorios, a la manera de los felinos silvestres, para evitar confrontaciones y luchas por los frutos.
Y si van a conformar un grupo que tenga derechos sobre un territorio, entonces van a tener que establecer reglas de convivencia estrictas:
En primer lugar, compartir entre todos los beneficios
- No robar
En segundo lugar no crear complots, subgrupos, estrategias tramposas
- No mentir
En tercer lugar nunca y en ningún momento escatimar el esfuerzo, el trabajo, el sacrificio
- No ser holgazán
Y como todos los demás seres humanos, necesitan darles explicaciones a su existencia y enseñanzas a sus hijos.
Dijimos en un principio que “Dios” es siempre el superlativo de los valores de la cultura.
Basta ahora averiguar a qué se refieren ellos cuando nombran a su Dios, en cada una de las concepciones culturales indígenas.
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